La confusión comenzó hace mucho. Desde que hubo
homínidos y antropoides acunados en sus entrañas y que –quizás- se dispersaron
hasta habitar toda la faz de la Tierra. Los faraones egipcios –africanos ellos-
descubrieron las riquezas engarzadas en sus profundidades. La Reina de Saba
emergió desde Etiopía para poner a los pies de la sabiduría de Salomón especias
exóticas y grandes cantidades de oro.
Parados a la orilla del mar Mediterráneo, en el Syrtis Minor, los romanos encargados de
bautizar a la recién anexada provincia romana tras la derrota de Cartago,
percibieron un viento templado y húmedo del sudoeste, atrayendo las lluvias. No
se sabe si por eso pensaron en ábrego
y, usando el femenino áfricus, la
llamaron África. O si acaso, añorando las más templadas temperaturas de su
hogar, pensaron que estas tierras no tenían nada de frío, por eso, À-frica,
como “sin frío”. La verdad, es que solo ellos sabían lo que pensaron. Nunca se
halló algún documento explicativo. Y unos pocos siglos después, ese nombre se
extendió, desde una pequeña provincia romana, a todo un continente.
El comercio a través del Imperio Romano esparció
tanto oro y marfil como esclavos africanos hacia los extremos del mundo
conocido desde el corazón desde la llamada, desde entonces, África Negra, ese
oscuro territorio situado al sur del inexpugnable desierto del Sahara. La
expansión de los árabes y su dominio de los camellos como el medio para vencer
la barrera que suponen mares de arena, valles pedregosos, planicies de gravilla
y hasta salares fueron determinantes en la conquista del África subsahariana.
Lo cierto es, que aunque África es un continente, y
África Negra es, específicamente, esa porción de África que se extiende debajo
del Sahara, exuberante e intrincada, se reserva el uso del término “africano”
solo para sus habitantes de tez oscura. Así, los egipcios, los marroquíes, los
mauritanos, y todos los pueblos de África del Norte difícilmente son llamados
africanos, excepto que sean, además, de raza negra.
La caza de riquezas y de esclavos siempre fueron de
la mano. Y aunque los beneficiados fueran extranjeros, los cazadores siempre
fueron locales, de manera que muchos reinos tribales se fortalecieron cazando y
entregando las riquezas y los hombres de su propia tierra. Las culturas fueron
entremezclándose, además, con el avance del islamismo desde el este y del
cristianismo con el colonialismo desde el oeste.
El esclavismo existía dentro de África y luego se
propagó especialmente hacia América con la ayuda de la codicia de los tratantes
de esclavos que vieron su oportunidad en el Nuevo Mundo que necesitaba mano de
obra para crecer. El volumen de los esclavos que circulaban era tan grande y
significaba tanta ganancia para los implicados que dejaron de lado cualquier
actividad productiva.
El abolicionismo llegó a regañadientes para
aquellos que se beneficiaban con mercados de carne humana lista para ser una
herramienta de trabajo de bajo costo. Y cuando el tráfico se detuvo, los que no
lograron reconocer sus propias riquezas naturales y aprovecharlas, fueron
reduciéndose lentamente hasta desaparecer. Para cuando eso sucedió, el
colonialismo se había instalado en los bordes de todo el continente, de
distintas maneras, y con las más variadas banderas. Pero el corazón de África
siempre se mantuvo libre.
Antropológicamente hablando, hay pueblos que
perduraron en el tiempo, aunque su idiosincrasia se haya metamorfoseado para
sobrevivir. Otros persisten en los rincones más recónditos: los twa, conocidos
como pigmeos, en lo profundo de la selva ecuatorial, o los kung-san, mal
nombrados bosquimanos, en el vacío Kalahari. Pero dentro de la “africanidad”
aún hoy es posible distinguir, al menos cuatro grandes grupos aparte de los dos
recién nombrados: sudanés, en el Sahel y el Golfo de Guinea; nilótico, en el
Nilo, hasta los Grandes Lagos; cusita, en el Macizo Etíope y el Cuerno de
África; y bantú, desde la selva ecuatorial al sur. En el África sahariana y en
la costa mediterránea predomina el tipo árabo-bereber y caucasoide
mediterráneo.
El tráfico de esclavos, el colonialismo y el
neocolonialismo atravesaron estas grandes divisiones, las mezclaron con
lenguaje, costumbres y religiones provenientes de árabes, portugueses,
franceses, ingleses, españoles, belgas, holandeses. Quedó algo así como una
confusa cuadrícula que define aproximadamente 70 países, algunos incluso no
africanos y otros no reconocidos como tales. Muchos aun con fronteras móviles o
con habitantes que las atraviesan buscando salvar su vida.
No importa su nacionalidad, los habitantes de
África tienen la menor esperanza de vida, la mayor mortalidad infantil, el
menor índice de desarrollo humano del planeta.
Miss Mundo 2014 es sudafricana.
Y no es negra. Algunos sudafricanos están entre los más ricos de la tierra.
Pero en su país todavía no hay redes eléctricas para que todos tengan luz.
África, diversa como un gran país. Pero es mucho
más.
Referencia:
http://www.ikuska.com/Africa/histofram.htm
http://www.britannica.com/place/Gulf-of-Gabes
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81frica
Referencia:
http://www.ikuska.com/Africa/histofram.htm
http://www.britannica.com/place/Gulf-of-Gabes
https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81frica
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