Cuando Anthony Johnson, un negro libre, se
convirtió en el primer propietario de un esclavo en la América colonial no
imaginó las consecuencias de ese hecho. En 1619 en Virginia había 19 negros
libres bautizados por los españoles y llevados por los holandeses que habían
asaltado un barco de esclavos. Al ser bautizados la ley inglesa los consideraba
exentos de esclavitud. Era una práctica común para los ricos contratar a inmigrantes pobres, escoceses, irlandeses y alemanes, que se convertían en sirvientes por un periodo de 2 a 7 años. Al cabo de ese tiempo, se instalaban como granjeros libres. Así había sido el camino de Anthony Johnson.
Sin embargo en 1654, uno de sus sirvientes, un
negro llamado John Casor se convirtió en el primer
esclavo legalmente reconocido en la América Colonial. Casor le dijo a Robert
Parker que su propietario lo había mantenido como sirviente más allá del plazo
acordado. Bajo presión, Johnson liberó a Casor, que estuvo siete años trabajando
para Parker. Pero Johnson, sintió que había sido engañado y se presentó ante la
justicia, que falló a su favor declarando que Parker estaba alejando a Casor de
su dueño legítimo, a quien le correspondía legalmente tenerlo como sirviente
"de por vida”.
Esto ocurrió en Jamestown, Virginia y los colonos
vieron el ahorro de costos de la compra de africanos sin derechos para
servidumbre de por vida, a diferencia de la servidumbre por un tiempo limitado,
y de pronto, la esclavitud estaba en vigor.
Claro que Casor no fue, en esa época, el único
esclavo negro. Lo recordamos más porque fue esclavo de un negro.
Pero en 1775, cuando las colonias inglesas en
América se declararon libres de todo vínculo con la Corona Real Inglesa, los
casi 600.000 esclavos importados desde África se habían multiplicado
prodigiosamente. Para el Censo de 1860, la población negra estadounidense había
llegado hasta los 4 millones.
Al finalizar la Guerra Civil, prevaleció el
abolicionismo, y los Estados Unidos de América se encontraron con una enorme
cantidad de población de raza negra, a la que debían incluir en su definición
de “hombres... creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos
derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda
de la felicidad…”
Ya en 1800 se hizo evidente que la sociedad
americana enfrentaba un malestar que debía resolver de alguna manera. Desde el
principio, la posibilidad de colonización de negros libres en África era un
tema que dividió a blancos y negros. Algunos negros apoyaron la emigración
porque pensaban que los estadounidenses negros nunca recibirían justicia en los
Estados Unidos. Otros creían que estos debían permanecer en los Estados Unidos
para luchar contra la esclavitud y por los derechos legales plenos como
ciudadanos americanos. Algunos blancos vieron a la colonización una manera de
librar al país de los negros, mientras que otros creían honestamente que los
estadounidenses negros serían más felices en África, donde podrían vivir libres
de la discriminación racial. Otros hacían énfasis en que podrían desempeñar un
papel central en cristianizar y civilizar África.
En 1815, el cuáquero afroamericano Paul Cuffee,
financió y lideró un viaje a Sierra Leona, donde ayudó a un pequeño grupo de
inmigrantes negros a establecer una colonia en suelo africano. El éxito de esta
aventura llevó a la fundación, en 1817, de la Sociedad Americana de
Colonización, que tenía la misión de trasladar hasta África a los negros
nacidos libres y emancipados. En 1822, la Sociedad estableció en la costa oeste
de África una colonia que en 1847 se convirtió en la nación independiente de
Liberia.
A partir de la década de 1830, la Sociedad fue
duramente atacada por los abolicionistas, que trataron de desacreditar a la
colonización como el esquema de un propietario de esclavos. Y, después de la
Guerra Civil, cuando muchos negros querían ir a Liberia, el apoyo financiero
para la colonización se había desvanecido. Durante sus últimos años la Sociedad
concentró sus esfuerzos en educación y misiones en Liberia en lugar de la
emigración.
Liberia, la tierra de los libres. Su bandera, un
reflejo de la bandera de los Estados Unidos. Monrovia, su capital en honor al
presidente estadounidense Monroe. Freetown, la capital de la vecina Sierra
Leona, la ciudad libre.
Trece mil inmigrantes afroamericanos desembarcaron
en las playas donde habitan los kpelle, el único pueblo que no se prestó al
comercio de esclavos y compraron por nimiedades su tierra. Los inmigrantes,
lejos de buscar sus raíces africanas, adoptaron los hábitos de sus ex amos. Los
“Américo” les dicen las tribus originarias. Se constituyeron en una “elite” que
gobernaba un país africano y despreciaba a los habitantes tribales por
incivilizados e inferiores. Sus tradiciones añoran las americanas, no las
africanas. Sus estirpes evocan los apellidos que atravesaron el Atlántico desde
América hacia África.
El comienzo de toda una historia.
Referencias;
http://www.wdl.org/es/item/446/
http://www.ccharity.com/contents/roll-emigrants-have-been-sent-colony-liberia-western-africa/emigrants-to-liberia-ship-lists/shipelizabeth1820/ Reference:Black First: 2,000 years of extraordinary achievement by Jessie Carney Smith, Detroit, MI ISBN 0-8103-9490-1
http://www.loc.gov/exhibits/african/afam002.html
http://www.myheritage.es/research?
http://www.aaregistry.org/historic_events/view/john-russwurm-early-pan-african-supporter Referencia: The World Book Encyclopedia. ISBN 0-7166-0096-X
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