domingo, 20 de septiembre de 2015

Ébola III: Un asesino en la globalización


El brote de Ébola en África Occidental se conoció en marzo de 2014, y mató a más personas que la suma de todos los otros brotes de Ébola desde su descubrimiento en 1976. Sin embargo, no es más mortal que el paludismo: 430.000 niños africanos murieron en el 2013 a causa de una enfermedad que puede prevenirse y tratarse; o que la guerra civil como que azotó Liberia en la que hubo más de 250.000 muertos. La globalización lo convirtió en el centro de atención del mundo.


En septiembre de 2014, la Directora General de la OMS, M. Chan, dijo: "el número de pacientes crece mucho más rápido que la capacidad para gestionarlos".

En noviembre de 2014, se habían reportado 4960 muertes a causa del Ébola en Liberia, Guinea, Sierra Leona, Nigeria, Mali y Estados Unidos. El número total de casos era más de 13.000.

Combatir y contener el virus en su fuente. Un esfuerzo de respuesta y socorro mundial coordinados buscando un impacto para evitar que se produzcan nuevas infecciones. Eso implica fortalecer el acceso a vacunas para los niños y controles para que las embarazadas puedan tener bebés sanos. Apoyar a las escuelas para que los niños puedan regresar a sus aulas. Asegurar a los agricultores que puedan obtener cosechas y venderlas en el mercado. Ayudar a superar la devastación producida por el Ébola y asegurar que no vuelva a suceder. Excelentes propósitos difíciles de lograr en sociedades tan heridas por el contacto mismo con la “civilización  occidental”. Propósitos que pretenden lograr lo inexistente antes de la llegada del virus. Una atención que se presta sospechosamente cuando la sangre llega al río y golpea las puertas del mundo desarrollado.

Dijo Margaret Chan que “debemos investigar todas las vías para actualizar las capacidades mundiales de preparación y respuesta ante brotes epidémicos”. El virus circuló durante tres meses sin ser detectado. Viajó de Liberia a Dallas a través de Europa de incógnito. Ningún régimen de gobernanza mundial puede gestionar lo invisible. Es necesario pasar de un enfoque pasivo en el control de la propagación de epidemias a un enfoque proactivo que permita detectar pronto un evento y contenerlo antes de que se propague por todo el mundo.

Al comienzo del brote, los países más afectados tenían menos de 2 médicos por cada 100.000 habitantes (en Argentina hay 32,1 médicos cada 10.000 habitantes). Los hospitales carecían de salas de aislamiento, no había cultura de prevención y control de la infección, y con frecuencia tampoco electricidad ni agua corriente.

La recolección de datos no permitía percibir la presencia de un brote. En toda la región solamente había un laboratorio equipado para diagnosticar las fiebres hemorrágicas víricas. Con esa infraestructura, la letalidad y propagación del virus son mayores que las que serían en el contexto de un país desarrollado.

Incluso tras la llegada de los laboratorios móviles, los servicios resultaron insuficientes. Seguía siendo difícil seguir el rastro de la evolución del brote, con la desconfianza de la población que prefería buscar atención en los curanderos tradicionales. Mucho más se resistía a la presencia de los equipos extranjeros. Las mismas vías de transporte, precarias e inextricables, que facilitaron la propagación de la enfermedad por toda África Occidental, resultan primitivas para el transporte de pacientes y muestras de diagnóstico.

Mientras la enfermedad permaneció en las entrañas de África -lo que ocurrió durante cuatro décadas-, poco se preocupó la comunidad internacional de estar bien preparada para tener un encuentro cercano con el virus. Nadie pensó en la necesidad de vacunas, pruebas de diagnóstico en el lugar de consulta, o tratamientos. Considerada una enfermedad rara, pocos tenían los conocimientos especializados necesarios.

Al comienzo de este brote sólo MSF, el personal de la OMS, Samaritan’s Purse y equipos de Uganda trabajaron con los trabajadores sanitarios locales. Más de 500 de ellos perdieron la vida.

Tampoco había procedimientos internacionalmente acordados para coordinar las actividades de los equipos de respuesta que finalmente llegaron y esto provocó la pérdida de un tiempo muy valioso.

La gran movilidad de la población entre los países de la región generó unas fronteras de porosidad selectiva: circulan las personas, pero no los equipos de rastreo de contactos.

Cuando las comunidades encontraron su propio modo de separar a las personas sanas de las enfermas, se logró un resultado más eficaz que las cuarentenas aplicadas por personal militar armado.

Según Chan: “Estamos elaborando un plan de vacunas, con protocolos genéricos de pruebas clínicas y acuerdos de aprobación reglamentaria acelerada con objeto de impulsar la elaboración de nuevos productos médicos durante la próxima emergencia”.

Cada día que amanece en África Occidental llega con la esperanza de haber roto las últimas cadenas de transmisión. El fin parece cerca, casi más cerca cada día, pero todavía no estamos en ese anhelado punto.

Al 14 de setiembre de 2015, se reportaron 11.306 defunciones en Liberia, Guinea, Sierra Leona, Nigeria, Mali y Estados Unidos. El número total de casos es de 28.199 e incluye a Senegal, España y Reino Unido.

Referencias



http://www.healthmap.org/ebola/#timeline




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