miércoles, 24 de junio de 2015

Michael Brown, Eric Garner, Tamir Rice y Dylann Roof


El fiscal señaló que un jurado de nueve personas blancas y tres afroamericanas tuvo la oportunidad de revisar tres autopsias, así como centenares de fotografías y evidencia física. Dijo: "Esta decisión no será aceptada por algunos y causará gran decepción a otros, pero todas las decisiones del sistema criminal de justicia se basan en evidencias físicas y científicas". En agosto la muerte del adolescente afroamericano desarmado Michael Brown a manos de un policía blanco, que no deberá responder por ello ante la justicia, destapó una vez más una olla llena de tensión racial.

Esto ocurría en una ciudad con mayoría negra en su población y mayoría blanca entre las fuerzas del orden, en la que ni para el sistema de Justicia ni para los mismos ciudadanos existe igualdad de raza; y en un país que ya eligió dos veces un presidente de raza negra, o a su decir, “afrodescendiente”, en este caso, incluso ¡hasta con ascendencia demostrable!
Efectivamente, esta resolución desencadenó una serie de protestas.Pero semanas antes en Nueva York, Eric Garner, un padre de familia afroamericano, también desarmado, moría a causa de una llave de estrangulamiento que un policía, de nuevo blanco, le aplicó durante su arresto policial. El hecho, próximo en el tiempo y distante en el espacio, esta vez con evidencia irrefutable, encendió aún más las protestas pasivas y desmanes. Para completar el cuadro, en noviembre, en Cleveland, Tamir Rice, un niño afroamericano de 12 años, también fue abatido por un policía que creyó que la pistola de aire comprimido del pequeño era real.
Una efervescencia que no es novedosa, que genera daños y damnificados -y no necesariamente cambios- se esparció por toda la nación. La Casa Blanca prometió una revisión de protocolos y un mejor entrenamiento de la policía. Y la revisión de un sistema judicial que castiga más a los negros que a los blancos por delitos similares.
Un sistema judicial y una sociedad que se debe una reestructuración desde que, finalizada la Guerra Civil e iniciado el período de reconstrucción, emprendió la difícil tarea de acomodarse a sus propias declaraciones: “… todos los hombres son creados iguales; (…) dotados (…) de ciertos derechos inalienables; (…) para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos...".
 La Guerra Civil Estadounidense transcurrió entre 1861 y 1865 y en el trasfondo, fue una lucha entre dos tipos de economías totalmente distintas: la industrial-abolicionista del norte y la agraria-esclavista del sur.
Al fin de la Guerra, la reconstrucción no fue tan fácil: desaparecía el esclavismo, pero en su lugar las llamadas Leyes de Jim Crow se instalaban allí donde la sociedad no estaba preparada para aceptar la igualdad. Corría 1832 y un actor blanco interpretaba a un negro que cantaba y bailaba, la rutina se llamaba “Jump Jim Crow”. Seis años después se usaba el nombre para referirse a los afroamericanos. Y ésa fue la identificación para las leyes segregacionistas –iguales, pero separados-, que sobrevivieron en algunos lugares hasta 1965.
Desde el momento en que el africano, no importa su origen, se incorpora a la sociedad norteamericana hay una pérdida de sus raíces, y la ganancia de un rótulo: nigger. Esta palabra, derivada del latín niger, recorrió un largo camino hasta convertirse en un insulto. Pero no importa cómo, a comienzos de 1800, se estableció como despectiva y en el siglo XXI sigue siendo un término sobresaliente del racismo blanco. El intraducible “nigger” es el mayor insulto estadounidense: se utiliza para ofender aún a otros grupos étnicos. Los judíos son llamados white-niggers (blanco-niggers); los árabes, sand-niggers (arena-niggers); los japoneses, yellow-niggers (amarillo-niggers). El término “nigger” incorpora una falsa impresión que humilla a los negros, y racionaliza su abuso. La relación histórica entre estadounidenses de origen europeo y los afroamericanos, originó una jerarquía racial, con los blancos en la parte superior y los negros en la parte inferior.
Los afroamericanos en general no diferencian su origen más allá de la extensa y –para nosotros- desconocida África, y son además, negros, para muchos, niggers.Para los diccionarios la palabra nigger hoy no es sinónimo de afroamericano, sino un término despectivo.
Aunque el pensamiento de la sociedad norteamericana no sea el único es, probablemente, el más influyente y de mayor presencia en los medios de comunicación masiva. Por eso importa lo que ocurre en los Estados Unidos de Norteamérica.
Y nos escandaliza, pero en el fondo aun no hemos entendido bien por qué, la reciente matanza de nueve personas en un templo que alberga el comienzo de la historia de la lucha por la esclavitud, en Charleston.
Lo que es África para nosotros, es la perspectiva que tenemos de ella. Algo muy distinto de la realidad. Es como la Alegoría de la Caverna de Platón, en la que los hombres toman por ciertas todas y cada una de las sombras proyectadas ya que no pueden conocer nada de lo que acontece a sus espaldas.
En las sombras sobre la pared de nuestra oscura caverna África es difusa, sin capital.








Referencias:
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:JimCrowCar2.jpg#/media/File:JimCrowCar2.jpg

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