15/09/2014. Marthalene
Williams tenía 19 años y estaba embarazada. Llevaba días quejándose de dolor de
estómago. Cuando empezó a tener convulsiones, su familia llamó a la ambulancia.
Pero el sistema de salud de Monrovia estaba colapsado: había en Liberia 2046 casos y 1224 muertes por Ébola.
Así que la ambulancia no llegó. El padre de Marthalene y otros hombres la
llevaron al hospital, donde no lograron que reciba asistencia. Thomas Eric
Duncan, un inquilino de la familia Williams, era uno de esos hombres. La joven
embarazada murió al día siguiente.
Entre 1989-1996 la guerra civil de
Liberia, una de las más sangrientas de África, se cobró la vida de más de
200.000 liberianos. Adolescentes y hasta niños soldados cometieron atrocidades,
violaron y asesinaron a personas de todas las edades. Pueblos enteros se
vaciaron y al menos un millón de liberianos se dirigió hacia los campos de
refugiados en los países vecinos.
En 1995, en Danané, una ciudad en
Costa de Marfil, un campamento de refugiados se convirtió en una encrucijada
para la vida de Thomas Eric Duncan, casi un adolescente y Louise
Troh, una mujer a quien la vida y la guerra ya habían curtido. Ella tenía
entonces 34 años y ocho hijos que defendía como una tigresa. De alguna
manera, la juventud de Eric y la belleza reseca de Louise se encontraron en ese
territorio inhóspito y se entrelazaron para sobrevivir. Ella había sido madre
por primera vez en la adolescencia. Y volvió a ser madre nueve veces más. Pero
en esa época de guerra, cuando muchos padres mueren o desaparecen, criar sola y
mantener vivos a ocho hijos hablaba de sus habilidades para vivir y cuidar de
sus hijos. Eric quedó atrapado por su amplia sonrisa y pronto tuvieron un hijo.
Lo llamaron Karsiah, como su abuelo. Llevaban tres años juntos cuando se
presentó la posibilidad para Louise de obtener una visa para viajar a los
Estados Unidos. Una posibilidad cruel, porque sólo era una visa. Si la
aceptaba, debía dejar atrás a sus hijos y a Eric. Pero eran las reglas del
juego y ella aceptó, sabiendo que era el único camino para dejar el infierno.
Louise era fuerte e hizo lo que tenía que hacer: viajó, dejando
atrás pero no olvidando a Eric y a sus hijos. La recibió el frío Boston y
empezó a trabajar para llevarlos con ella. Entre 2005 y 2006 ya tenía a su lado
a sus hijas mayores y a Karsiah, el hijo que había tenido con Eric. Sólo tres
hijos y una hermana quedaron en Liberia. Esta última falleció antes de que le
llegara la añorada visa. Louise tuvo un hijo más en América.
Finalmente, el turno de Eric llegó. Esperaba lograr la visa para
poder estar en la graduación de Karsiah. Louise logró que el Director de la
escuela en la que su hijo había estudiado intercediera para que se le
concediese la visa a Duncan. Pero cuando la esperada visa llegó, el 24 de
julio, ya era demasiado tarde para asistir a la graduación. Y todavía faltaba
completar el dinero para el viaje. Aunque era trabajador, Duncan no había
logrado tener suficiente dinero para el viaje. Finalmente, con la ayuda de la
comunidad liberiana en Estados Unidos, tuvo lo necesario para viajar. Y la
epidemia del miedo, que acompañaba a la del Ébola, terminó por decidirlo.
De alguna manera, Liberia devolvió sus hijos a los
Estados Unidos de Norteamérica. Thomas Eric Duncan partió de Monrovia, Liberia,
Liberia, el país que los esclavos libertos y
liberados habían fundado en África con la ayuda de la Sociedad Americana de
Colonización, portando un virus que resultaba letal para su gente en las
condiciones de vida locales. Duncan lo
vio cara a cara cuando intentó ayudar a la familia de su vecina, Marthalene
Williams.
Dejó abruptamente su
trabajo el 4 de septiembre de 2014, aprovechando que tenía visa y familiares
que le permitían ir a EEUU. Consciente o no, sorteó todas las barreras de las
autoridades aeroportuarias negando haber tenido contacto con enfermos de Ébola.
Voló de Monrovia a Bruselas, de Bruselas a Washington y de allí a Dallas.
Cuatro días después comenzó a experimentar diversos síntomas y concurrió al
Hospital sin describir claramente su procedencia y durante los cuatro días
siguientes fue tratado inespecíficamente, por diversas personas, ingresando
repetidamente al hospital, hasta que un médico notó que había viajado desde
Liberia. Seis días después el CDC confirmó que Duncan tenía Ébola. Semanas más
tarde, luego de haber tenido contacto con decenas de personas, Duncan murió.
Con sólo traspasar las
fronteras de África y puso en funcionamiento mecanismos, no sólo para “ganar la
batalla contra el Ébola en África Occidental” e impedir que se siga propagando,
sino para encontrar vacunas y tratamientos eficaces. Antes de estos eventos, el
Ébola no interesó tanto
al mundo científico ni farmacéutico.
En esos momentos,
Liberia era África y Monrovia su capital. La misma colonia que albergó a negros
libertos y liberados de los Estados Unidos -en los que triunfaba el
abolicionismo- desde 1822. Ahora Liberia
tocaba a la puerta en Dallas, Texas.
Referencias
No hay comentarios.:
Publicar un comentario