Lampedusa es una isla que se encuentra a 205 km de Sicilia y a 113 km
de Túnez, lo que la convierte en un territorio
de importancia estratégica en el Mediterráneo, ya que política y
administrativamente es italiana, pero geográficamente pertenece a África, puesto que el lecho marino entre ambas no excede los 120 metros de profundidad.
Recientemente se hizo visible en las noticias internacionales como uno de los
principales puntos de entrada para los inmigrantes indocumentados que buscan
ingresar al espacio interior -sin fronteras- de
la Unión Europea desde África.
Sus áridos 20 km² albergan
5500 habitantes que subsisten gracias a la pesca, la agricultura y el turismo. Pero ahora, los inmigrantes llegan a sus playas en oleadas de
millares. Entre ellos, llegados en barcazas neumáticas desde Libia, unos
adolescentes eritreos tratan de huir de las autoridades policiales locales. Son
chicos de aspecto delgado e historias terribles para los que huir, esconderse,
no es más que una consecuencia de sus terribles historias: sólo un reflejo
natural, tratar de ser invisibles. Solos, sin madre ni padre, ni familiar
alguno. Han vivido experiencias de violencia atroz, y perdido a amigos,
familiares o sus padres. Duermen en las calles y las playas y por eso, no tienen
acceso a agua, comida o ropa nueva. Por eso, acuden cada día a la plaza de la
iglesia, donde reciben ayuda solidaria. Al día siguiente se subirán al ferri que
esperan los lleve a Sicilia.
Esta vía los trajo a través de
Sudán, atravesando el desierto del Sahara en camiones hasta la inmensa costa de
Libia en el Mar Mediterráneo y de allí, el viaje final en bote hasta el enclave
europeo más cercano: una isla como Lampedusa, en Italia. Esta es sólo una de las vías hacia Europa de los más de 5.000 eritreos
que escapan mensualmente de uno de los regímenes más represivos del mundo,
según la Organización Mundial para las Migraciones (OIM). El éxodo continúa,
imparable, a pesar de la dureza del desierto, la crueldad de las mafias en
Libia o la posibilidad de naufragar y morir en el Mediterráneo. Los
sobrevivientes de tal expedición suicida intentarán seguir su camino en soledad
para encontrar a sus familias en los países del norte de Europa. Por el
momento, no hay muchas más alternativas a los que escapan de África huyendo de
la guerra y la miseria: o cadáveres en el Mediterráneo, o reclusos en centros
que parecen cárceles, o fantasmas sin derechos vagando por las ciudades.
La otra vía va por el Mar Rojo hasta Yemen o, aún más al norte, hasta Egipto,
también para intentar un salto hacia Europa.
Pero pocas personas
saben dónde queda Eritrea, un país cuyo lema es jamás arrodillarse y cuyo
nombre deviene del griego “eritreo” que significa rojo, como el Mar Rojo, que
baña toda su costa oeste. Eritrea, que formó parte del antiguo Reino de Aksum,
es también una ex colonia italiana, y uno de los países del Cuerno de
África, una de las zonas política y económicamente más complejas del
continente, lo que explica el afán de muchos de sus ciudadanos de intentar
mejorar sus vidas en otros lugares.
Eritrea ha padecido numerosas sequías
desde que se independizó de Etiopía en 1993, lo que ha afectado la agricultura
-actividad de la que depende el 80% de sus 6 millones de habitantes- que ha
implicado masivos éxodos internos.
Uno de los pilares de la economía
eritrea son las remesas que manda la diáspora, que ayuda en el mantenimiento de
familias enteras. Es decir, sí exactamente: lo que mandan los que logran
sobrevivir a esta odisea, con suerte atraviesan la puerta de la Italia, su
antigua colonizadora –algunos incluso hasta estarán familiarizados con el
italiano-.
Ese sustrato de conflicto y
desesperanza es el que explotan las organizaciones criminales que controlan las
rutas para el contrabando de personas. Y para quienes intentan cualquiera de
esas opciones se trata de un periplo caro y lleno de peligros en cada encrucijada:
el mal clima, embarcaciones en mal estado, los tiburones del Mar Rojo o las
traicioneras corrientes del Mediterráneo, sumado a los despiadados traficantes
a quienes se les paga por adelantado para hacer el viaje, representan peligros
en la ruta de muchos africanos hacia la esperanza.
Aunque África –globalmente hablando-
parece estar experimentando un crecimiento económico sostenido, a un
impresionante ritmo mayor que el de Europa, según algunos estudios esas
ganancias no están llegando todavía hasta los más pobres.
Esto explica este fenómeno de diáspora,
por el que cada año decenas de miles de personas tratan de salir en busca de una
mejor calidad de vida –un eufemismo para decir realmente una vida que valga la
pena vivir, que justifique exponerla antes en tal empresa- en territorio
europeo.
África desangrada se derrama hacia la
Europa colonizadora. Aquella, herida de muerte en sus raíces por una
occidentalización que la corrompió, contribuyendo de alguna manera a la
desestabilización de esta, especialmente en los países que son la puerta de
entrada de la diáspora.
Referencias
No hay comentarios.:
Publicar un comentario