jueves, 27 de agosto de 2015

Lampedusa I: una isla en el Mare Nostrum


Lampedusa es una isla que se encuentra a 205 km de Sicilia y a 113 km de Túnez, lo que la convierte en un territorio de importancia estratégica en el Mediterráneo, ya que política y administrativamente es italiana, pero geográficamente pertenece a África, puesto que el lecho marino entre ambas no excede los 120 metros de profundidad. Recientemente se hizo visible en las noticias internacionales como uno de los principales puntos de entrada para los inmigrantes indocumentados que buscan ingresar al espacio interior -sin fronteras- de la Unión Europea desde África.
Sus áridos 20 km² albergan 5500 habitantes que subsisten gracias a la pesca, la agricultura y el turismo. Pero ahora, los inmigrantes llegan a sus playas en oleadas de millares. Entre ellos, llegados en barcazas neumáticas desde Libia, unos adolescentes eritreos tratan de huir de las autoridades policiales locales. Son chicos de aspecto delgado e historias terribles para los que huir, esconderse, no es más que una consecuencia de sus terribles historias: sólo un reflejo natural, tratar de ser invisibles. Solos, sin madre ni padre, ni familiar alguno. Han vivido experiencias de violencia atroz, y perdido a amigos, familiares o sus padres. Duermen en las calles y las playas y por eso, no tienen acceso a agua, comida o ropa nueva. Por eso, acuden cada día a la plaza de la iglesia, donde reciben ayuda solidaria. Al día siguiente se subirán al ferri que esperan los lleve a Sicilia.
Esta vía los trajo a través de Sudán, atravesando el desierto del Sahara en camiones hasta la inmensa costa de Libia en el Mar Mediterráneo y de allí, el viaje final en bote hasta el enclave europeo más cercano: una isla como Lampedusa, en Italia. Esta es sólo una de las vías hacia Europa de los más de 5.000 eritreos que escapan mensualmente de uno de los regímenes más represivos del mundo, según la Organización Mundial para las Migraciones (OIM). El éxodo continúa, imparable, a pesar de la dureza del desierto, la crueldad de las mafias en Libia o la posibilidad de naufragar y morir en el Mediterráneo. Los sobrevivientes de tal expedición suicida intentarán seguir su camino en soledad para encontrar a sus familias en los países del norte de Europa. Por el momento, no hay muchas más alternativas a los que escapan de África huyendo de la guerra y la miseria: o cadáveres en el Mediterráneo, o reclusos en centros que parecen cárceles, o fantasmas sin derechos vagando por las ciudades.
La otra vía va por el Mar Rojo hasta Yemen o, aún más al norte, hasta Egipto, también para intentar un salto hacia Europa.
Pero pocas personas saben dónde queda Eritrea, un país cuyo lema es jamás arrodillarse y cuyo nombre deviene del griego “eritreo” que significa rojo, como el Mar Rojo, que baña toda su costa oeste. Eritrea, que formó parte del antiguo Reino de Aksum, es también una ex colonia italiana, y uno de los países del Cuerno de África, una de las zonas política y económicamente más complejas del continente, lo que explica el afán de muchos de sus ciudadanos de intentar mejorar sus vidas en otros lugares.
Eritrea ha padecido numerosas sequías desde que se independizó de Etiopía en 1993, lo que ha afectado la agricultura -actividad de la que depende el 80% de sus 6 millones de habitantes- que ha implicado masivos éxodos internos.
Uno de los pilares de la economía eritrea son las remesas que manda la diáspora, que ayuda en el mantenimiento de familias enteras. Es decir, sí exactamente: lo que mandan los que logran sobrevivir a esta odisea, con suerte atraviesan la puerta de la Italia, su antigua colonizadora –algunos incluso hasta estarán familiarizados con el italiano-.
Ese sustrato de conflicto y desesperanza es el que explotan las organizaciones criminales que controlan las rutas para el contrabando de personas. Y para quienes intentan cualquiera de esas opciones se trata de un periplo caro y lleno de peligros en cada encrucijada: el mal clima, embarcaciones en mal estado, los tiburones del Mar Rojo o las traicioneras corrientes del Mediterráneo, sumado a los despiadados traficantes a quienes se les paga por adelantado para hacer el viaje, representan peligros en la ruta de muchos africanos hacia la esperanza.
Aunque África –globalmente hablando- parece estar experimentando un crecimiento económico sostenido, a un impresionante ritmo mayor que el de Europa, según algunos estudios esas ganancias no están llegando todavía hasta los más pobres.
Esto explica este fenómeno de diáspora, por el que cada año decenas de miles de personas tratan de salir en busca de una mejor calidad de vida –un eufemismo para decir realmente una vida que valga la pena vivir, que justifique exponerla antes en tal empresa- en territorio europeo.
África desangrada se derrama hacia la Europa colonizadora. Aquella, herida de muerte en sus raíces por una occidentalización que la corrompió, contribuyendo de alguna manera a la desestabilización de esta, especialmente en los países que son la puerta de entrada de la diáspora.
Referencias

 

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