1794. El gobierno revolucionario francés abolió la
esclavitud. No fue un acto de efectos instantáneos, pero en 1848, cuando una cadena
de revoluciones se desató en Europa y estableció la prevalencia del pensamiento
republicano sobre el monárquico, la esclavitud quedó definitivamente prohibida.
En ese año Joseph Jenkins Roberts fue el primer presidente de Liberia.
En la práctica, el comercio de esclavos en África
continuó hasta el siglo XX, aunque combatido por ejemplo, por Carlos de Foucauld, -no confundir con Michel
Foucault- quien compró esclavos para liberarlos, y escribió, indignado: «ay de
ustedes, hipócritas, que escriben en los sellos y en todos los lugares:
"Liberté, egalité, fraternité", (…) y que luego clavan el hierro del
esclavo; que condenan a las galeras a quienes falsifican los billetes de banco
y permiten luego robar los niños a sus padres y venderlos públicamente”. Y se
refería a las actividades francesas en el macizo de Argel a comienzo de 1900.
Para entonces Kinshasa ya no era exactamente un
mercado de esclavos. Era un supermercado donde se podía encontrar cualquier cosa
que proviniese de Europa o cualquier cosa -o ser viviente- que proviniese de
las entrañas de África. Un perfecto caldo de cultivo para el intercambio de
costumbres y gérmenes. Tanto para europeos como para los pueblos tribales, sea
de la etnia que fuera, una curiosidad extrema los empujaba a experimentar
emociones y contactos nuevos.
De alguna manera en ese mercado ocurrió un gran salto de importancia biológica para el hombre de los últimos tiempos. Uno de los más importantes.
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De alguna manera en ese mercado ocurrió un gran salto de importancia biológica para el hombre de los últimos tiempos. Uno de los más importantes.
1920. Kinshasa, un virus saltó de la sangre de un
animal, probablemente un mono al que sacrificaron para preparar su carne y
venderla ahumada, a la sangre del carnicero. El hombre murió a los pocos días,
víctima de la viruela -todavía sin erradicar- y su muerte no sorprendió a nadie.
En África es tan natural vivir como morir. El carnicero ya tenía cincuenta
años, una edad avanzada para la gente de su pueblo. Todos lo lloraron y
celebraron su funeral según los ritos de su tribu.
Quienes siguieron muriendo, de viruela, fiebre hemorrágica, malaria u otra peste no llamaron la atención.
Quienes siguieron muriendo, de viruela, fiebre hemorrágica, malaria u otra peste no llamaron la atención.
El virus se tomó el ferrocarril y se subió a una
barcaza aguas arriba y se fue de paseo por el África Negra.
Kisangani, 1953. Estamos en el corazón de África,
si África tiene un corazón. Casi toda una aldea muere de enfermedades de las
que nadie muere habitualmente. Una niña logra huir y se refugia en una aldea a
orillas del lago Tanganica, donde tiene algunos parientes lejanos. Sobrevive
años ofreciéndose como prostituta a los numerosos soldados encubiertos que,
desde Tanzania, pretenden ingresar al Congo para luchar contra los belgas.
Termina enamorada de un negro que no es africano. Dice ser de una isla cruzando
el mar. Ella, una de esas mujeres especiales que resiste al VIH-1. Él, uno de
los negros que llegó a África con Guevara. Y que salió de allí vía Europa hasta
Cuba.
Sabemos, al menos, que un tal RR en San Louis, Missouri, murió de complicaciones de SIDA en 1969, y muy
probablemente se infectó en 1966. Unos años después se desencadenó la pandemia.
El SIDA, la enfermedad producida por el VIH-1 ya ha
afectado a más de 76 millones y ha matado unos 35 millones de personas en todo
el mundo, según las cifras de la OMS. La lucha contra el virus es una prioridad
mundial. Y hasta ahora no se encontró la cura.
1940. En los bosques del occidente africano, al
borde del Sahel, en una paupérrima colonia portuguesa, un cazador lucha por la
comida del día: un mono gris de esos que se agrupan en manadas amenazantes.
Una vez más, la mezcla de la sangre del mono y el
cazador provocan un evento especial: el salto de especie de un virus. Había
nacido el VIH-2, otro causante del SIDA que
todavía hoy casi nadie conoce.
Más de 70 años después de aquel episodio, más de un
millón de personas están infectadas por el VIH-2, la mayor parte de ellas en
países como Senegal, Nigeria, Liberia y Sierra Leona. Es mucho más difícil de
contagiar que el VIH-1, prevalece en África Occidental, pero poco a poco escapa
de sus fronteras.
Los pacientes de VIH-2 son anecdóticos, pero en su
sangre se pueden esconder algunos secretos que faciliten un tratamiento o una vacuna contra
su virus mellizo, mucho más contagioso y patógeno. Aunque es menos agresivo y
más difícil de contagiar, porque hay pocos virus libres en sangre, también
puede provocar SIDA, y la mayor parte de los fármacos para combatir al VIH-1 no
funcionan contra el VIH-2. Al afectar solo a países pobres de África
occidental, se le presta poca atención.
Sin embargo, las cifras engañan. Como la cantidad
de virus en sangre es tan baja es indetectable. Así que el VIH-2 puede estar
sub-diagnosticado: puede estar en todas partes y no nos dimos cuenta.
Sobrevivir sigue siendo una razón primaria en
cualquier parte de África. En algunos rincones, mucho más. Como si fuera un
inmenso país abandonado. Sin capital.
Referencias:
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Esta historia era totalmente desconocida para mi, interesante como parte de la historia de la medicina, buen tema para compartir y entender algunas cosas.
ResponderBorrarFelicitaciones a la autora del blog por la relevancia de los contenidos!
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