martes, 30 de junio de 2015

La tormenta perfecta para un salto entre especies: el VIH


1794. El gobierno revolucionario francés abolió la esclavitud. No fue un acto de efectos instantáneos, pero en 1848, cuando una cadena de revoluciones se desató en Europa y estableció la prevalencia del pensamiento republicano sobre el monárquico, la esclavitud quedó definitivamente prohibida. En ese año Joseph Jenkins Roberts fue el primer presidente de Liberia.



En la práctica, el comercio de esclavos en África continuó hasta el siglo XX, aunque combatido por ejemplo, por Carlos de Foucauld, -no confundir con Michel Foucault- quien compró esclavos para liberarlos, y escribió, indignado: «ay de ustedes, hipócritas, que escriben en los sellos y en todos los lugares: "Liberté, egalité, fraternité", (…) y que luego clavan el hierro del esclavo; que condenan a las galeras a quienes falsifican los billetes de banco y permiten luego robar los niños a sus padres y venderlos públicamente”. Y se refería a las actividades francesas en el macizo de Argel a comienzo de 1900.
Para entonces Kinshasa ya no era exactamente un mercado de esclavos. Era un supermercado donde se podía encontrar cualquier cosa que proviniese de Europa o cualquier cosa -o ser viviente- que proviniese de las entrañas de África. Un perfecto caldo de cultivo para el intercambio de costumbres y gérmenes. Tanto para europeos como para los pueblos tribales, sea de la etnia que fuera, una curiosidad extrema los empujaba a experimentar emociones y contactos nuevos.


http://www.sciencemag.org/content/346/6205/56

De alguna manera en ese mercado ocurrió un gran salto de importancia biológica para el hombre de los últimos tiempos. Uno de los más importantes.
1920. Kinshasa, un virus saltó de la sangre de un animal, probablemente un mono al que sacrificaron para preparar su carne y venderla ahumada, a la sangre del carnicero. El hombre murió a los pocos días, víctima de la viruela -todavía sin erradicar- y su muerte no sorprendió a nadie. En África es tan natural vivir como morir. El carnicero ya tenía cincuenta años, una edad avanzada para la gente de su pueblo. Todos lo lloraron y celebraron su funeral según los ritos de su tribu.


Quienes siguieron muriendo, de viruela, fiebre hemorrágica, malaria u otra peste no llamaron la atención.
El virus se tomó el ferrocarril y se subió a una barcaza aguas arriba y se fue de paseo por el África Negra.
Kisangani, 1953. Estamos en el corazón de África, si África tiene un corazón. Casi toda una aldea muere de enfermedades de las que nadie muere habitualmente. Una niña logra huir y se refugia en una aldea a orillas del lago Tanganica, donde tiene algunos parientes lejanos. Sobrevive años ofreciéndose como prostituta a los numerosos soldados encubiertos que, desde Tanzania, pretenden ingresar al Congo para luchar contra los belgas. Termina enamorada de un negro que no es africano. Dice ser de una isla cruzando el mar. Ella, una de esas mujeres especiales que resiste al VIH-1. Él, uno de los negros que llegó a África con Guevara. Y que salió de allí vía Europa hasta Cuba.
Sabemos, al menos, que un tal RR en San Louis, Missouri, murió de complicaciones de SIDA en 1969, y muy probablemente se infectó en 1966. Unos años después se desencadenó la pandemia.
El SIDA, la enfermedad producida por el VIH-1 ya ha afectado a más de 76 millones y ha matado unos 35 millones de personas en todo el mundo, según las cifras de la OMS. La lucha contra el virus es una prioridad mundial. Y hasta ahora no se encontró la cura.
1940. En los bosques del occidente africano, al borde del Sahel, en una paupérrima colonia portuguesa, un cazador lucha por la comida del día: un mono gris de esos que se agrupan en manadas amenazantes.
Una vez más, la mezcla de la sangre del mono y el cazador provocan un evento especial: el salto de especie de un virus. Había nacido el VIH-2, otro causante del SIDA que todavía hoy casi nadie conoce.
Más de 70 años después de aquel episodio, más de un millón de personas están infectadas por el VIH-2, la mayor parte de ellas en países como Senegal, Nigeria, Liberia y Sierra Leona. Es mucho más difícil de contagiar que el VIH-1, prevalece en África Occidental, pero poco a poco escapa de sus fronteras.
Los pacientes de VIH-2 son anecdóticos, pero en su sangre se pueden esconder algunos secretos que faciliten un tratamiento o una vacuna contra su virus mellizo, mucho más contagioso y patógeno. Aunque es menos agresivo y más difícil de contagiar, porque hay pocos virus libres en sangre, también puede provocar SIDA, y la mayor parte de los fármacos para combatir al VIH-1 no funcionan contra el VIH-2. Al afectar solo a países pobres de África occidental, se le presta poca atención.
Sin embargo, las cifras engañan. Como la cantidad de virus en sangre es tan baja es indetectable. Así que el VIH-2 puede estar sub-diagnosticado: puede estar en todas partes y no nos dimos cuenta.
Sobrevivir sigue siendo una razón primaria en cualquier parte de África. En algunos rincones, mucho más. Como si fuera un inmenso país abandonado. Sin capital.


Referencias:







 

2 comentarios:

  1. Esta historia era totalmente desconocida para mi, interesante como parte de la historia de la medicina, buen tema para compartir y entender algunas cosas.

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  2. Felicitaciones a la autora del blog por la relevancia de los contenidos!

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