jueves, 28 de enero de 2016

Tombuctú o ¿África es un rompecabezas? I


Entre los siglos VII y XVI se produjo en África un gran desarrollo económico, político y cultural, con la consolidación de grandes reinos: Zimbabwe, Mutapa, Congo, Ghana, Mali y Songhay, algunos de estos influenciados por el Islam a través del comercio.

En ese período los tuareg fundaron Tombuctú cerca del río Níger como un enclave comercial. Se convirtió en un legendario punto de entrada al desierto del Sahara en la ruta transahariana; aquí se reunían los camelleros, quienes comerciaban con la sal que traían del Mediterráneo y la intercambiaban por oro, fruta y pescado de las tribus negras. De allí el antiguo proverbio:

“El oro viene del sur, la sal del norte y el dinero del país del hombre blanco; pero los cuentos maravillosos y la palabra de Dios sólo se encuentran en Tombuctú”.


Tombuctú fue, durante mucho tiempo, y para mayor sustento de las fantasías que sobre ella se tejían, una ciudad exclusivamente musulmana.

En 1942 se descubre América y su conquista y colonización repercuten en África. La explotación de sus riquezas naturales y las perspectivas de desarrollo que América ofrecía a sus conquistadores, hicieron necesaria mano de obra extra para la explotación económica de vastas zonas cuya población originaria fue diezmada.

Hasta el siglo XV el comercio internacional, restringido al Mar Mediterráneo y al Océano Indico, se encontraba en manos de mercaderes árabes. Mientras España se concentraba en la conquista y colonización de América, Portugal tomó una posición de avanzada, abriendo una vía marítima fin de importar directamente las especias y otros productos suntuarios desde el Oriente, compitiendo con los intermediarios árabes, buscando un camino a lo largo de la costa africana y consiguiendo el control del comercio marítimo alrededor del continente.

Alrededor del año 1550, el comercio se amplió con el tráfico de esclavos del continente africano hacia América. Millones de africanos fueron arrancados violentamente de sus aldeas con destino a América, y obligados a trabajar en plantaciones de azúcar, tabaco, algodón, cacao y en las minas de oro y plata, productos aprovechados posteriormente como materia prima para las nacientes industrias europeas. Se estaba conformando el llamado comercio triangular: África-América-Europa.

El tráfico de esclavos provocó estragos en África. Disminuyó el crecimiento vegetativo de la población africana, ya que los hombres y mujeres en edad de procreación eran cazados y vendidos. Varias regiones africanas quedaron casi totalmente despobladas. Las cifras que dan cuenta de esta destrucción de los pueblos africanos son del orden de las decenas de millones.

Como el comercio de esclavos era el más lucrativo se produjo una reacción en cadena. Los jefes y los comerciantes africanos querían aumentar su riqueza, autoridad y poder, y defender su independencia.

Los pueblos del litoral y del interior más próximo se encontraban en guerra continua. Los reinos de Benín, Congo y Angola en África Occidental, y el Imperio Mutapa en África Oriental, se desmoronaron.

En las selvas del Golfo de Guinea y en el valle del río Zambeze se desarrollaron estados militares con base en el comercio de esclavos. Tenían una rígida organización militar, con grandes ejércitos permanentes y se enriquecieron vendiendo como esclavos a los pueblos vecinos.

Además de la captura de hombres y mujeres, el tráfico promovió el saqueo sistemático de los bienes producidos: los traficantes saqueaban el producto de las cosechas, ganado, marfil, pieles, cera, maderas preciosas.

Las actividades económicas como la agricultura, minería, artesanía, los tejidos, la fundición y la forja de metales, la alfarería y el comercio local fueron abandonados y se orientaron a una actividad económicamente más productiva: la esclavitud.

En conclusión, el tráfico de esclavos trajo al continente africano un retroceso económico y una destrucción del tejido social.

Otros países europeos entraron en el tráfico de esclavos: junto a Portugal y España compitieron Inglaterra, Francia y Holanda. Sin embargo, el dominio europeo se restringía a las costas de este inmenso continente desconocido en su interior.

Es entonces que se crea en Londres en 1788 la African Association, destinada a promover la exploración del interior del continente negro para incrementar el comercio y la autoridad política de Gran Bretaña. La primera misión que se encomendó a sus exploradores fue encontrar a la fantástica Tombuctú.

Se iniciaba una expansión que culminaría en el último cuarto del siglo XVIII. África, que en 1870 estaba apenas colonizada a excepción de las zonas costeras, se distribuiría entre los principales Estados europeos. Antes de fin de siglo no quedó nada que repartir.

Tombuctú siguió siendo esquiva durante un tiempo, aunque finalmente conquistada. Hoy sus mezquitas y edificios pelean por sobrevivir al accionar del grupo terrorista islámico Ansar Dine que los consideran impíos y a los efectos del harmattan, el feroz viento seco que arrastra las arenas del Sahara sobre la ciudad.


Referencias


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