domingo, 12 de julio de 2015

La caja de Pandora en Marburg


Hubo una caja de Pandora que se abrió en un laboratorio de Marburg, allá en la lejana Alemania. El cargamento de medio millar de monos verdes procedentes de Uganda estaba destinado a unos laboratorios farmacéuticos que producían la vacuna contra la polio a partir de células de riñón de esos primates. Los monos también fueron enviados a Frankfurt y Belgrado. Era 1967 y en total enfermaron 37 personas, la mayoría en Marburg.  




25 casos ocurrieron entre el personal del laboratorio, por contacto directo con los monos. Siete de estos murieron. Los síntomas eran parecidos a los de la gripe y se tardó tres meses en descubrir que era un virus de una familia desconocida hasta entonces: los filoviridae.                                                        
Pero siguieron apareciendo casos: en 1975, fue hospitalizado en Johannesburgo, Sudáfrica, un australiano de 20 años al regresar de un largo viaje a Zimbabue durante el cual había acampado al aire libre en varias ocasiones. Todas las personas que entraron en contacto con él fueron puestas en aislamiento a fin de contener la infección. Sólo enfermaron otras 2 personas: una muchacha de 19 años que lo había acompañado en el viaje y una enfermera de 20 años que había atendido a ambos. El hombre murió cuatro días después de ingresar. Las dos mujeres recibieron un tratamiento de apoyo intensivo y sobrevivieron.                                                                          
En 1980, enfermó en Kenia un francés de 56 años que, a pesar de los cuidados, falleció siete días más tarde. Se cree que se contagió al visitar una cueva en Kitum frecuentada por numerosas especies de animales que podrían ser reservorios del virus. El médico que había tratado de reanimarlo enfermó 9 días después, logrando sobrevivir. En 1987, fue hospitalizado, también en Kenia un muchacho danés. A pesar de la intensa terapia de apoyo, murió al undécimo día de enfermedad. También había visitado la misma cueva de Kitum.                                                                                                                    
Entre 1998 y 2000 hubo una epidemia en la República Democrática del Congo, con 154 personas enfermas de las que murieron 128. La mayor parte de los casos ocurrieron entre obreros de la mina de oro de Durba, en el noroeste del país, y luego en la aldea vecina de Watsa. Se contagiaron algunos familiares que habían participado directamente en el cuidado de los pacientes.                                                                                                              
Entre 2004 y 2005 se dio en Angola el mayor brote de fiebre hemorrágica de Marburgo de la historia. Fueron en total 374 casos, incluidas 329 defunciones en todo el país.                                                                                                     
En el 2007 se confirmaron en Uganda tres casos entre mineros de Kamwenge, en el oeste del país. Dos de los mineros desarrollaron la enfermedad tras atender a su compañero, y uno de ellos falleció                      .
En 2008, una turista holandesa desarrolló la enfermedad cuatro días después de volver tras tres semanas de vacaciones en Uganda. No se pudo confirmar la fuente de exposición, pero se sabe que la mujer había visitado varias cuevas habitadas por murciélagos.                                                                      
Se cree que la fiebre de Marburg puede ser una zoonosis, pero por el momento todavía no ha sido identificado el depósito del virus, a pesar de que se han tomado en consideración muchas especies animales. Se cree que el virus de Marburg puede ser endémico en muchas áreas del África Central.       
En 2014 falleció en Kampala, Uganda, un médico radiólogo de 30 años, tras resultar infectado por el virus.                                                                              
Ajena al descubrimiento de un nuevo virus entre la población de sus monos verdes, Uganda estaba sumergida en una guerra civil en la primera mitad de los 80. En ese contexto nació John Ssebunya. Pocos detalles se conocen de sus primeros años de vida. Pero lo cierto es, que a los tres años de edad, una colonia de simios verdes –sí, esos mismos de los que estábamos hablando- lo encontraron abandonado y lo incorporaron como uno de los suyos: le ofrecieron comida y con el tiempo él comenzó a copiar sus gestos, sonidos y aprendió a trepar en los árboles como ellos.                                                       
En 1991, una joven vio al niño desnudo, recogiendo alimentos junto con otros monos pequeños. Cuando un grupo de personas regresó al lugar, buscando al niño para rescatarlo, lo encontraron con un grupo de monos que lanzaban piedras y palos, tratando de evitar que se lo llevaran. John se escondió en un árbol, pero finalmente lo atraparon.                                                                     
Después de haber sido tratado como un “niño salvaje”, un “semi mono”, la rehabilitación descubrió en John Ssebunya a un niño con capacidades maravillosas, como una voz especial que le permitió cantar en coros y realizar varias giras, con habilidades para el deporte, que le permiten jugar fútbol -a pesar de haber perdido un dedo del pie- en las Olimpíadas especiales. Conserva, además, sus capacidades para comunicarse con sus antiguos amigos los monos verdes, y piensa casarse alguna vez. Él obtuvo algo muy distinto de los simios verdes que lo que otros recibieron, en un rincón de África donde le esperaba la muerte.                                                                               
Pero otras personas mueren a causa de un virus que lleva el nombre de una ciudad alemana.                                                                                                   
Desde Alemania, África se ve borrosamente negra. Y su capital no está en Uganda.                                                                                                                



Referencias:
http://es.wikipedia.org/wiki/Marburgvirus







 

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