1976. El paquete –un termo azul brillante- llegó
desde algún lugar de la oscura selva del Congo Belga hasta el
Instituto de Medicina Tropical de Amberes, Bélgica. Parecía
cualquier termo de café. Pero contenía la sangre –en viales rodeados de hielo- de
una monja enferma. Sólo llevaba una pequeña nota del médico aclarando que no
había podido identificar la enfermedad. La paciente había sido tratada con
antimaláricos, antibióticos y antipiréticos sin lograr ninguna mejoría. El que
recibió esta nueva caja de Pandora era Peter Piot, de 27 años.
Esta
entrega inusual había viajado desde Kinshasa, en el equipaje de mano de un
pasajero en un vuelo comercial. Y uno de los viales rotos había humedecido el
hielo del termo, ya casi descongelado.
Al
poner bajo el microscopio una muestra "vimos un gusano gigantesco para los
estándares virales", dice Piot. "…sólo
otro virus parecía eso y era el virus de Marburg".
Otra
vez una caja de Pandora. Pero esto parecía mucho más grave. Pronto las noticias
de las muertes superaron la emoción del descubrimiento. Los síntomas: fiebre,
diarrea y vómitos seguidos de sangrado y, finalmente la muerte. Los viales también
habían llegado a otros laboratorios de referencia, y pronto se organizó una
respuesta de nivel mundial a la nueva amenaza.
Pronto
Piot, que nunca había estado en África antes, volaba a Kinshasa, formando parte
de uno de dos equipos de investigadores que tenían por objetivos detener la
transmisión de la enfermedad en Kinshasa; encontrar el foco de la epidemia en
la zona de Bumba y controlarlo; establecer la vigilancia epidemiológica de los
casos; obtener el plasma de pacientes recuperados para usos terapéuticos;
documentar las características clínicas y epidemiológicas de la enfermedad e
identificar los posibles reservorios.
Para
muchos, como para Piot, el viaje habrá sido especial: "Fue un vuelo de
noche y no pude dormir. Estaba tan emocionado de ver a África por primera vez y
por la investigación de este nuevo virus y detener la epidemia."
Desde
Kinshasa tuvieron que viajar al centro del brote, una aldea en la selva ecuatorial,
aproximadamente 1.000 km al norte, primero en un avión de transporte en el que
incluso llevaron un vehículo todo terreno, combustible y todo el equipamiento
que necesitaban.
Cuando
el C-130 aterrizó en Bumba, un puerto fluvial situado el río Congo al norte, el
miedo que rodeaba a la misteriosa enfermedad era tangible. Incluso los pilotos no quisieron
detenerse mucho tiempo: mantuvieron los motores del avión en funcionamiento
mientras descargaban el equipamiento
"Cuando
bajamos, ellos gritaron 'Adieu'", dice Piot. "En francés, la gente dice 'Au
Revoir', 'Nos vemos de nuevo', pero 'Adieu', bueno, eso es como decir: 'Nunca
te veremos de nuevo’”En Yambuku
había una antigua misión católica, que tenía un hospital y una escuela dirigida
por un sacerdote y unas monjas, todos ellos de Bélgica. Estaban en el corazón
de África, Una exuberante selva tropical surgiendo de la tierra color rojo y
creando claroscuros en la naturaleza y en el horror que allí se vivía.
“Cuando llegó
Piot, las primeras personas que conoció fueron un grupo de monjas y un
sacerdote que se había retirado a una casa de huéspedes y establecieron su
propio cordón sanitario - una barrera utilizado para prevenir la propagación de
la enfermedad: había un cartel en el cable, escrito en el idioma local lingala
que decía: por favor, retírate, cualquiera que cruce puede morir."
La
prioridad era detener la epidemia, pero primero el equipo necesitaba descubrir
cómo este virus se movía entre las personas -por el aire, en los alimentos, por
contacto directo o por insectos-. "Tuvimos que empezar a hacer preguntas.
Fue realmente como una historia de detectives", dice Piot.
El mapa de las aldeas visitadas por Peter Piot
Posteriormente, el equipo descubrió que las mujeres que asistieron a la
clínica de atención prenatal todos recibieron una inyección de rutina con
jeringas reutilizables.
El misterio del virus comenzaba a desmoronarse.
Nos fuimos de pueblo en pueblo y si alguien estaba enfermo se lo
ponía en cuarentena", dice Piot. "También pusimos en cuarentena a
cualquier persona en contacto directo con las personas infectadas y tratamos de
que todos supieran cómo enterrar correctamente a los que habían muerto a causa
del virus."
El cierre del hospital, la cuarentena y la información necesaria a toda
la comunidad finalmente pusieron fin a la epidemia, pero cerca de 300 personas
murieron.
Piot y sus colegas habían aprendido mucho sobre el virus durante tres
meses de Yambuku, pero todavía carecía de un nombre.
"No queríamos ponerle el nombre de la aldea, Yambuku, porque es muy
estigmatizante. Nadie quiere estar asociado con eso".
El equipo decidió nombrar al virus como uno de los ríos de la zona. Tenían
un mapa de Zaire, y el río más cerca que podía ver era el río Ébola. A
partir de ese momento, el virus que llegó en un frasco a Amberes sería conocido
como el virus Ébola.
Un río en el corazón de África. O Ezanga, un viejo demonio conocido de
los pigmeos, invisibles habitantes de esos territorios.
Referencias
http://www.bbc.com/news/magazine-28262541
http://www.cdc.gov/vhf/ebola/outbreaks/history/chronology.HTML
http://www.bbc.com/news/magazine-28262541
http://www.cdc.gov/vhf/ebola/outbreaks/history/chronology.HTML
Un continente del cual muchos creen que es un país y preguntan cual su capital, tiene una historia muy rica aunque lamentable sobre dos enfermedades (VIH y Ébola) que han marcado la historia de la humanidad. Desconocidas para mi por supuesto.
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