domingo, 28 de junio de 2015

Liberia I


Cuando Anthony Johnson, un negro libre, se convirtió en el primer propietario de un esclavo en la América colonial no imaginó las consecuencias de ese hecho. En 1619 en Virginia había 19 negros libres bautizados por los españoles y llevados por los holandeses que habían asaltado un barco de esclavos. Al ser bautizados la ley inglesa los consideraba exentos de esclavitud. Era una práctica común para los ricos contratar a inmigrantes pobres, escoceses, irlandeses y alemanes, que se convertían en sirvientes por un periodo de 2 a 7 años. Al cabo de ese tiempo, se instalaban como granjeros libres. Así había sido el camino de Anthony Johnson.


Sin embargo en 1654, uno de sus sirvientes, un negro llamado John Casor   se convirtió en el primer esclavo legalmente reconocido en la América Colonial. Casor le dijo a Robert Parker que su propietario lo había mantenido como sirviente más allá del plazo acordado. Bajo presión, Johnson liberó a Casor, que estuvo siete años trabajando para Parker. Pero Johnson, sintió que había sido engañado y se presentó ante la justicia, que falló a su favor declarando que Parker estaba alejando a Casor de su dueño legítimo, a quien le correspondía legalmente tenerlo como sirviente "de por vida”.
Esto ocurrió en Jamestown, Virginia y los colonos vieron el ahorro de costos de la compra de africanos sin derechos para servidumbre de por vida, a diferencia de la servidumbre por un tiempo limitado, y de pronto, la esclavitud estaba en vigor.
Claro que Casor no fue, en esa época, el único esclavo negro. Lo recordamos más porque fue esclavo de un negro.
Pero en 1775, cuando las colonias inglesas en América se declararon libres de todo vínculo con la Corona Real Inglesa, los casi 600.000 esclavos importados desde África se habían multiplicado prodigiosamente. Para el Censo de 1860, la población negra estadounidense había llegado hasta los 4 millones.
Al finalizar la Guerra Civil, prevaleció el abolicionismo, y los Estados Unidos de América se encontraron con una enorme cantidad de población de raza negra, a la que debían incluir en su definición de “hombres... creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad…”
Ya en 1800 se hizo evidente que la sociedad americana enfrentaba un malestar que debía resolver de alguna manera. Desde el principio, la posibilidad de colonización de negros libres en África era un tema que dividió a blancos y negros. Algunos negros apoyaron la emigración porque pensaban que los estadounidenses negros nunca recibirían justicia en los Estados Unidos. Otros creían que estos debían permanecer en los Estados Unidos para luchar contra la esclavitud y por los derechos legales plenos como ciudadanos americanos. Algunos blancos vieron a la colonización una manera de librar al país de los negros, mientras que otros creían honestamente que los estadounidenses negros serían más felices en África, donde podrían vivir libres de la discriminación racial. Otros hacían énfasis en que podrían desempeñar un papel central en cristianizar y civilizar África.
En 1815, el cuáquero afroamericano Paul Cuffee, financió y lideró un viaje a Sierra Leona, donde ayudó a un pequeño grupo de inmigrantes negros a establecer una colonia en suelo africano. El éxito de esta aventura llevó a la fundación, en 1817, de la Sociedad Americana de Colonización, que tenía la misión de trasladar hasta África a los negros nacidos libres y emancipados. En 1822, la Sociedad estableció en la costa oeste de África una colonia que en 1847 se convirtió en la nación independiente de Liberia.
A partir de la década de 1830, la Sociedad fue duramente atacada por los abolicionistas, que trataron de desacreditar a la colonización como el esquema de un propietario de esclavos. Y, después de la Guerra Civil, cuando muchos negros querían ir a Liberia, el apoyo financiero para la colonización se había desvanecido. Durante sus últimos años la Sociedad concentró sus esfuerzos en educación y misiones en Liberia en lugar de la emigración.
Liberia, la tierra de los libres. Su bandera, un reflejo de la bandera de los Estados Unidos. Monrovia, su capital en honor al presidente estadounidense Monroe. Freetown, la capital de la vecina Sierra Leona, la ciudad libre.
Trece mil inmigrantes afroamericanos desembarcaron en las playas donde habitan los kpelle, el único pueblo que no se prestó al comercio de esclavos y compraron por nimiedades su tierra. Los inmigrantes, lejos de buscar sus raíces africanas, adoptaron los hábitos de sus ex amos. Los “Américo” les dicen las tribus originarias. Se constituyeron en una “elite” que gobernaba un país africano y despreciaba a los habitantes tribales por incivilizados e inferiores. Sus tradiciones añoran las americanas, no las africanas. Sus estirpes evocan los apellidos que atravesaron el Atlántico desde América hacia África.
El comienzo de toda una historia.



Referencias;
http://www.wdl.org/es/item/446/
http://www.ccharity.com/contents/roll-emigrants-have-been-sent-colony-liberia-western-africa/emigrants-to-liberia-ship-lists/shipelizabeth1820/ 
Reference:Black First: 2,000 years of extraordinary achievement by Jessie Carney Smith, Detroit, MI ISBN 0-8103-9490-1
http://www.loc.gov/exhibits/african/afam002.html
http://www.myheritage.es/research?
http://www.aaregistry.org/historic_events/view/john-russwurm-early-pan-african-supporter  Referencia: The World Book Encyclopedia. ISBN 0-7166-0096-X

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